La
falsificación de la historia que entre nosotros consumaron los liberales tiene
su punto de arranque en los acontecimientos de Mayo de 1810. Esto es muy grave;
pues, para que los argentinos sepamos qué somos, qué queremos y a
dónde vamos, es previo sopesar y medir con espíritu ecuánime los pasos
iniciales de la nacionalidad. Solamente así podremos verificar, que
lejos de la interpretación corriente, no somos una parte indiferenciada de la
historia del liberalismo en el mundo sino una parte integrante, pero libre
y soberana, de la historia hispánica en América.
De España y
del catolicismo nos vienen las esencias que configuran nuestra personalidad
nacional; también de esas fuentes espirituales v morales provienen los
impulsos que nos llevaron insensiblemente a una emancipación política que
no estaba en los planes iniciales de la revolución. A la mentira grande de
que las ideas liberales habían forjado una conciencia independentista y
antiespañola, oponemos los documentos y la constante ratificación de una
fidelidad que no fue desmentida por aquellos primeros actos en que se
manifestó nuestra vocación de autonomía.
El eje de la
interpretación liberal de Mayo de 1810 —eso que suele denominarse "el
dogma de Mayo"—, es la figura de don Mariano Moreno. Él tenía
conformada en su mente, según sus panegiristas, la imagen de la patria libre,
regida por los grandes principios del liberalismo. Su formación mental le
habría permitido captar las sustancias animadoras del sistema liberal,
merced al canónigo doctor Matías Terrazas, que le proporcionó, durante el
período de sus estudios universitarios en Charcas, las obras de los filósofos
enciclopedistas y de la Ilustración, que estaban prohibidas por la censura
eclesiástica. Armado con estas teorías de contrabando y como si
respondiera a un plan prefijado, vino a nosotros y se transformó en
"el numen de la Revolución".
Todo esto es
leyenda romántica o interesado propósito de darle a los acontecimientos de 1810 una
filiación que de ninguna manera tuvieron. Moreno no se salió de la línea del
pensamiento fiel a la monarquía española y conservó intacto el depósito
de las doctrinas cristianas, como fundamentos ambos de nuestra indisoluble
personalidad. No tuvo con anterioridad a Mayo de 1810, el menor plan o
propósito de independencia y ni siquiera participó de la trama secreta que
provocó aquellas agitaciones. En la biografía hecha por su hermano Manuel, se
dice: "Sería una injusticia creer que el doctor Moreno tomó parte
activa en la Revolución de su país, sin un examen serio de las causas que la
producían... jamás intentó inquietar su espíritu [de sus conciudadanos] o
promover la rebelión... Muchas horas hacía estaba nombrado Secretario de la
nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello..."1.
Esta referencia insospechable hecha por el suelo la tesis del
liberalismo.
Pero
resulta, además, que Moreno no asistió sino a la reunión de vecinos realizada
en el Cabildo el día 22. Se- anotaron allí 224 presentes, quienes, por el voto
de 155 de ellos, declararon: "En la imposibilidad de conciliar la
tranquilidad pública con la permanencia del Virrey y del régimen establecido
[el Virrey era el teniente general Baltasar Hidalgo de Cisneros, nombrado por
la Junta de Cádiz, que se desempeñaba en el cargo desde el 30 de julio de
1809], se faculta al Cabildo para que constituya una Junta del modo más
conveniente a las ideas generales del pueblo y a las circunstancias actuales,
en la que se depositará la autoridad hasta la reunión de los diputados de las
demás ciudades y villas". ¿Qué hizo Moreno en esa asamblea a la
que los liberales consideran el embrión de la empresa emancipadora?
Emitió su voto limitándose a decir que "reproducía en todas sus
partes el dictamen de don Martín Rodríguez". Quedó luego
acurrucado y caviloso, lo que movió al doctor don Vicente López y Planes a
acercársele, expresándole que todo había salido muy bien. Moreno le contestó: "No,
amigo: yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de Martin
Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos; y
ahora le digo a Usted que estamos traicionados. Acabo de saberlo, y si no n
prevenimos, los godos nos van á ahorcar antes de poco..."2.
No ha de referirse -a este deslucido papel, sin duda, el doctor Ricardo Rojas,
cuando dice que "su pensamiento pone un móvil cívico en el valeroso
pecho de los ciudadanos, y un lampo de ideal en los aceros de los
combatientes" 3. Palabras y frases huecas de las que
rebalsa la historia al uso de los liberales.
El día 23,
en una reunión subrepticia, los elementos peninsulares nombraron una Junta
provisoria presidida por el Virrey; la integraban el presbítero doctor Juan
Nepomuceno Sola, el doctor Castelli, el coronel Saavedra y el comerciante don
José Santos Inchaurregui. Las reacciones que esto provocó obligaron a la
renuncia de los citados, derivándose así a la asamblea de Cabildo Abierto del
25 de Mayo. En contra de lo que dicen ciertas crónicas, el pueblo tuvo mínima
participación en estos sucesos; todo se amañó en el cuartel de Patricios. Un
alférez de ese cuerpo, don Nicolás Pombo de Otero, redactó la nota que se
presentó al Cabildo, a la que agregó de su letra firmas falsificadas y otras
repetidas para dar impresión de que las demandas en ella contenidas contaban
con mayor concurso de voluntades. De estas artimañas surgió la Junta Provisoria
Gubernativa —llamada Primera Junta—, compuesta por el coronel Cornelio
Saavedra como presidente, vocales el doctor Juan José Castelli, el licenciado
Manuel Belgrano, el brigadier Miguel de Azcuénaga, el presbítero doctor Manuel
Alberti, don Domingo Matheu y don Juan Larrea, y secretarios los doctores Juan
José Paso y Mariano Moreno. Los vocales Matheu y Larrea eran nativos de España.
Conforme se ve, por lo tanto, la influencia poderosa, hasta estos momentos, era
la del coronel de Patricios, Saavedra; Moreno, por el contrario, ignoraba
inclusive su designación.
La Junta se
instaló el mismo día_25 de Mayo; en ese acto quedaron ratificados los
sentimientos de lealtad que animaban a sus miembros sin excepción
alguna. Pues el Acta de instalación consigna que, "hincados de
rodillas, y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestaron
juramento de desempeñar lealmente el cargo, conservar íntegra esta parte de
América a nuestro augusto Soberano el Sr. Fernando VII y sus legítimos
.sucesores, y guardar puntualmente las leyes del Reyno". ¿Dónde
está, pues, el ánimo insurreccional? No ha de encontrársele en la Proclama al
país, lanzada al día siguiente, pues-en ella se dice: "Un deseo
eficaz, un celo activo y una contracción viva y asidua a proveer por todos los
medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de
las leyes que nos rigen, la común posteridad y el sostén de esas Posesiones en
la más constante fidelidad y adhesión a nuestro amado Rey y Señor Don Fernando
VII y sus legítimos sucesores de la corona de España, ¿no son éstos vuestros
sentimientos? Esos mismos son los grandes objetos de nuestros conatos".
Esta era
también la opinión de Mariano Moreno. Son numerosos los testimonios escritos
que dejó de su verdadero pensamiento. En el primer aspecto, si bien
asimiló las teorías de los enciclopedistas franceses y reeditó juna edición
española anterior del Contrato Social de Rousseau, lo hizo con las
debidas reservas, al punto de haberlo expurgado de aquellos pasajes en que él
autor "tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas",
según declara en el prólogo4.
En el otro y
fundamental aspecto, en el que tanto se ha confundido y adulterado la
personalidad de Mariano Moreno, recuérdese su opinión en oportunidad de
haberse publicado las cartas de la princesa Carlota Joaquina de Borbón, Infanta
de España y hermana de Fernando VII, y del ministro español en Río de Janeiro,
marqués de Casa Irujo, sobre ayuda prestada al gobernador de Montevideo, don
Gaspar Vigodet, durante el sitio de la plaza por los patriotas. Moreno
reprodujo dichos documentos en la "Gaceta", con el siguiente
comentario: "La señora Infanta, que nada puede desear sino que los
pueblos de América se conserven bajo la dominación del rey don Fernando, no se
había de manifestar indiferente a las solemnes protestaciones de fidelidad a
nuestro monarca, que repetimos diariamente como el alma de nuestra conducta
política" 5. Quienes pretenden que estas
promesas eran puramente circunstanciales y engañosas, no le hacen favor a
Mariano Moreno, y justificarían el juicio que por aquellos mismos días emitió
la princesa, en carta a su secretario particular doctor José Presas, comentando
las actitudes de Tos hombres de Buenos Aires. "Hay bonitas cosas en
ellos —le decía—, y siempre denotan un espíritu de partido, con buena capa;
pero mis débiles conocimientos, la cosa bien meditada, lleva otras vistas y mui
siniestras..." 6.
Las
tendencias secretas que ya por entonces accionaban debajo de los
movimientos visibles, se fueron concentrando alrededor de la figura de Mariano
Moreno, cambiando totalmente las inclinaciones naturales que adornaban a su
persona. En sus artículos de la "Gaceta" y en sus páginas
doctrinarias, el secretario de la Junta aparecía como el campeón de los
derechos de los pueblos, con firme adopción de los principios autonómicos,
democráticos y liberales. Fue él quien redactó y firmó la Circular a los
Cabildos para que designaran, entre "la parte principal y más sana
del Vecindario", diputados a quienes correspondería, reunidos en común,
"establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente".
Esto constituyó una de las primeras decisiones de la autoridad provisoria
establecida por el Cabildo de Buenos Aires7.
Pero, encima
mismo de esta justa determinación, Moreno patrocinó el envío de expediciones
militares al interior) con lo que tuvo su primera manifestación
el espíritu centralista porteño, que malogró por muchos años los bienes que
pudo deparar la apropiada armonización de los sentimientos e intereses de los
pueblos. Castelli fue quien llevo, a sangre y fuego, esa bandera de imposición
y exterminio.
Su conducta suscitó graves convulsiones y dejó en las provincias
un fermento de anarquía y de odio que dominó los ánimos durante largo tiempo.
La autoridad delegada de la Tunta "fue concentrada —según el
secretario de Belgrano, don Tomás Manuel de Anchorena— en el abogado
doctor Castelli, que con su inmoralidad y la de otros que acompañaban, como don
Juan Martín de Pueyrredón, puso en la mayor confusión todas las provincias del
interior..." 8. Concepto este que había trascendido a
la propia Buenos Aires, desde donde el deán Funes escribía: "Castelli
se maneja como un libertino. Está sumamente desacreditado" 9.
De esto se habla en el capítulo sobre El terrorismo de los civilizadores,
de manera que aquí únicamente nos interesa puntualizar la peligrosa evolución
operada en las ideas de Mariano Moreno y en lo que constituyó su partido
jacobino y liberal.
Para
demostrar el liberalismo de Moreno, sus biógrafos hacen hincapié en su
decidida actuación en favor del “comercio libre", en 1809,
mediante su “Representación de los hacendados”, omiten aclarar que
es éste un alegato jurídico, de bufete abogaderil, trazado en representación “de
los hacendados de las campañas del Río Plata", pero realmente
destinado a favorecer “un franco comercio con la nación inglesa”.
Con dicho documento Moreno quería beneficiar a los intereses portuarios, pues
el comercio libre interesaba al litoral, que poseía lanas, cueros, tasajo, cebo
y otros productos de exportación. La intención no tenía nada de liberal,
por lo tanto, y no resiste replicas como la formulada por Alberdi: "Dejando
en manos de Buenos Aires y para su provecho exclusivo todo el producto de su
contribución de aduana, los
argentinos vienen a ser
tributarios" de la provincia de Buenos Aires”10
La
gravitación que se atribuye a Mariano Moreno en la apertura, del comercio
del Río de la Plata, es otra falacia de los liberales. Moreno no tuvo parte
alguna en lo resuelto, como que su escrito profesional fue agregado al
expediente respectivo cuando ya se habían pronunciado los órganos a los que
correspondía intervenir. En efecto; la "Representación" lleva
fecha del 30 de setiembre de 1809; su publicación se hizo en junio de 1810,
con posterioridad a la constitución de la Junta. En el legajo sobre libertad de
comercio, al incorporarse el escrito mencionado, ya había opinión del virrey
(20 de agosto de 1809), dictamen coincidente del secretario del Real Consulado,
doctor Manuel Belgrano (6 de setiembre), y resolución favorable del Cabildo
(12 de setiembre). ¿Cuál es, pues, el mérito de Mariano Moreno y cuáles las
tesis novedosas que aportó a la discusión de una materia que ya contaba con el
consenso general de las opiniones?
Con la "Representación
de lo hacendados" Mariano Moreno se definió en favor de los
intereses mercantiles de la burguesía porteña; esta línea habría de afirmarla
en oportunidad de la controversia abierta alrededor de la representación de los
Cabildos de las otras villas y ciudades. Sus diputados, electos de conformidad
a la Circular de la Junta de Mayo, fueron e arribando a la metrópolis para incorporarse
a la Junta "como vocales". A tenor de lo que prescribía aquella
comunicación. En el mes de setiembre ya se hallaban en la ciudad el deán
Gregorio Funes, de Córdoba, el presbítero Dr. Juan Ignacio Gorriti, de Jujuy;
don José Simón García de Cossio, de Corrientes; el presbítero Juan José Lamí,
de Santiago del Estero, y algunos otros representantes del
interior, hasta completar el número de nueve. Apenas llegados a la capital se
encontraron con el clima adverso del Cabildo de Buenos Aires de algunos
miembros de la propia junta, cuyo secretario Moreno sostenía ahora que diachos
representantes debían esperar la celebración de un Congreso al que se le
asignaban vagas atribuciones organizativas. Moreno escribía en la "Gaceta"
justamente en el dicho mes de setiembre: "El pueblo de Buenos Aires
no quiso usurpar a la más pequeña aldea la parte que debía tener en la erección
del nuevo gobierno... y, estableciendo la Primera Junta, le impuso la calidad
de provisoria, limitando su duración hasta la celebración del Congreso y
encomendando a éste la instalación de un gobierno firme, para que fuese obra de
todos lo que tocaba a todos igualmente..." 11.
Fue entonces
cuando el deán Funes encabezó un movimiento que provocó la reunión en común de
la Junta —en total nueve miembros— y los diputados del interior
—también nueve en total—, el 18 de diciembre de 1810. Expresa el acta de
la reunión que uno de los diputados "tomando la voz por todos los
demás, dijo: Que los diputados se hallaban precisados" a reclamar el derecho
que les competía, pues la Capital no tenia títulos legítimos para elegir por sí
sola gobernantes a que las demás ciudades deban obedecer..."12.
Uno de los vocales de la Junta replico, respecto al derecho invocado,
que "no consideraba ninguno en los diputados pura incorporarse a la Junta,
pues siendo el fin de su convocación la celebración de un Congreso nacional,
hasta la apertura de éste no pueden empezar las funciones de los
representantes; que su carácter era inconciliable con el de los individuos de
un gobierno provisorio y que el fin de éste debía ser el principio del gobierno
de aquéllos..." El secretario Paso se expidió en el mismo sentido y el
otro secretario, Moreno, manifestó "que consideraba la incorporación
contraria a contraria a derecho y al bien general del Estado”, aunque
favorecía el propósito de que los diputados se reunieran en Congreso y
proveyeran a la constitución del país. El criterio de la mayoría favoreció el
punto de vista de los representantes del interior y así quedó constituida la
llamada Junta Grande. Años más tarde, el hermano de .Mariano Moreno
comentaría: "Los amigos del Presidente sedujeron a los Diputados de
las provincias para que pidiesen parte en el gobierno ejecutivo..." 13.
Los azares
que posteriormente acaecieron con la junta-Grande, el Triunvirato y los
violentos atropellos del señor Rivadavia, no modifican la importancia del
gesto de los diputados de provincia, qué encabezados por el deán Funes
plantaron la primera bandera federalista y de resistencia al despotismo de
Buenos Aires. En cuanto a la personalidad dé Saavedra, y del papel que jugó en
estos trascendentales sucesos, ya se sabe que el liberalismo ha querido oscurecerla
y denigrarla, tan sólo porque no sirvió a los planes de la burguesía mercantil
apoderada de las llaves del puerto y la aduana. Vicente Fidel López reconoce
que, "por su posición personal, por su familia y por ser, además,
coronel de Patricios, tenía un partido bastante fuerte entre las milicias y las
gentes de los suburbios"14. El deán Funes, por su
parte, comentaba: "Se ha aumentado mucho el clamor del pueblo porque
los diputados tomen parte del gobierno- La cosa esta en vísperas de salir a luz...Moreno sé ha hecho muy aborrecido y Saavedra
está más querido del pueblo que nunca" 15.
Esta era la
situación en aquellos momentos. Sin embargo, pasados los años, los
historiadores al servicio del porteñísimo liberal, con Mitre a la cabeza, darán
una interpretación deformada de estos episodios y resultará que Saavedra es un
reaccionario y Moreno el caudillo popular. Mitre abominará de la
postura adoptada por los diputados del interior y llegará a decir: "Esta
tendencia dio origen a la dislocación del gobierno central. Todos los
diputados querían tomar parte en él y la tomaron en representación de sus
provincias, creando así una autoridad de
pensamiento, con intereses y propósitos divergentes" 16.
fara el liberalismo, aliado del porteñismo y el unitarismo, la única fuente de
unidad es la metrópoli, el puerto de Buenos Aires, aprovechando en su
beneficio exclusivo (de "gobierno central") las rentas de
aduana que constituyen el haber de toda la Nación. La exaltación de
Mariano Moreno se hizo en virtud de haberse puesto al servicio de esta mala
causa. Escribía Moreno en la "Gaceta": "Estaba reservado a
la gran capital de Buenos Aires dar una lección de justicia, que no alcanzó la
Península en los momentos de sus mayores glorias; y este ejemplo de
moderación, al paso que confunda a nuestros enemigos, debe inspirar a los
pueblos hermanos la más profunda confianza en esta ciudad, que miró siempre
con horror la conducta de esas capitales hipócritas, que declararon guerra a
los tiranos, para ocupar la tiranía que debía quedar vacante con su exterminio..."17.
Equívocas palabras destinadas a afirmar ante los pueblos la primogenitura de
"la gran capital de Buenos Aires"; pero ¿por que habían de admitirlo
las otras ciudades, dignas de igual confianza e idénticamente capacitadas para
impartir su "lección de justicia"?
Son estas
ideas, sin embargo, las que fabricaron la consagración póstuma de Mariano
Moreno, de cuyas aptitudes personales lo menos que puede decirse es que no
alcanzó a desarrollarlas en los seis meses de su combatida actuación en la
Primera Junta. Su gloria más repetida es la de haber impulsado la idea de una
publicación propia de la Junta, que no fue otra que la "Gaceta de
Buenos Aires", cuya primera edición apareció el 7 de junio de 1810.
¿Por qué la "Gaceta" del gobierno central de las Provincias
Unidas redujo su alcance a los límites de uno cualquiera de los Cabildos
del antiguo Virreinato del Río de la Plata? Esta es otra prueba del servilismo
"morenista" a los intereses visibles e invisibles del partido
porteño. Es aquí donde debemos radicar el origen de las muchas y descomunales
alabanzas. Son esos mismos sectores los que se volvieron contra el coronel
Saavedra, haciéndolo objeto de algunos chismes sobre honores y brin-(lis que
alimentan la literatura cursi del pedagogo "oficial". La investigación
sin prejuicios de secta ofrece una visión muy distinta de las cosas.
Mariano Moreno, porteño, se constituyó en el abanderado de un círculo cerrado y
terrorista; frente a él se levantó un movimiento popular que encontró su
intérprete y conductor en Saavedra1 criollo de Potosí. El Presidente
de la Junta no compartía los rígidos métodos extremistas y sanguinarios del
secretario. Cuando se trató, por ejemplo, la situación de los capitulares del
Cabildo metropolitano que habían reconocido secretamente al Consejo de Regencia
de Cádiz, Moreno propuso se los decapitara. Saavedra comenta: "Yo
que conocía el influjo de este individuo y partido que ya tenía, horrorizándome
de los fatales resultados que podrían originarse por la muerte de diez individuos
relacionados y emparentados con parte muy considerable de la sociedad, tomé la
palabra y dirigiéndome con entereza a Moreno, le dije: "Eso sí, doctor,
eche Vd. y trate de derramar sangre; pero esté Vd. cierto que si esto se
acuerda no se hará. Yo tengo el mando de las armas y para tan perjudicial
ejecución protesto desde ahora no prestar auxilio. Los demás señores vocales,
en efecto, no opinaron en su votación como había indicado aquél, y el delito de
los capitulares se castigó con las penas y multas pecuniarias que todos
saben" 18. Esto es lo que los liberales no pueden
perdonarle a Saavedra; su animadversión al terrorismo, su sentido nacional
de los problemas y la adhesión popular que despertaba su persona. Contra esto
se lanzó la torpe calumnia de que Saavedra actuaba movido su colonialismo
y espíritu conservador. Voces ilustres le salieron al paso a esta
infamia. "¿Qué quería Saavedra? —pregunta Alberdi— Que el gobierno
argentino fuese la obra de todas las provincias de la nación: ¡a eso llama
Mitre, conservador!... El partido de Saavedra era él partido verdaderamente
nacional, pues quería que la nación toda interviniese en su gobierno. " 19
La
historia liberal, que es la única que poseemos y se enseña en las escuelas,
más que una historia resulta un alegato. Se propuso defender su
propia casa, consagrar las figuras de su capilla, encubrir las maldades y
traiciones de sus parciales, enaltecer al círculo mercantil de la metrópoli y
propagar cuanta idea resulte destructora de la nacionalidad. La propia
figura del general Belgrano, que es una de las más puras de nuestra historia,
ha sido achicada y empobrecida. Mitre no juzga adecuada a la responsabilidad
de la hora, la actuación del prócer en la Junta de Mayo. "No es
hombre para apuros de revolución", comenta20. ¿Qué
entendería el general Mitre por "revolución" en el seno de la Junta
de Mayo? Lo que él realmente quería era que los acontecimientos de 1810
apareciesen como la culminación de un largo proceso ideológico —de tinte
liberal, por cierto— que debía derivar inexorablemente a la instalación de
una República inspirada en tales principios. El general Belgrano escapa
a este patrón (sostuvo, inclusive, la organización monárquica) y esto irrita a
los epígonos del "mitrismo"; se desesperan cuando leen en la "Autobiografía"
del patricio que, allá por 1807, Belgrano y el general inglés Crawford juzgaban
que tardaría un siglo la independencia de los pueblos de América, pues no
había señales evidentes de espíritu insurreccional. Agrega Belgrano: "Tales
son los cálculos de los hombres; pasa un año y he ahí que, sin que nosotros
hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la
ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona..."21.
Al diablo, pues, todo el presupuesto ideológico construido por el liberalismo;
la emancipación fue producto de circunstancias extrañas a nuestro medio y a las
formas de pensamiento de que se decían portadoras las "clases
dirigentes" de la metrópoli. "Siendo nuestra revolución obra de
Dios —señala Belgrano—, El es quien la ha de llevar hasta su fin,
manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S. D. M. y de
ningún modo a hombre alguno" 22 Estas
reflexiones de uno de los actores más destacados de aquellos sucesos, dan por
el suelo con las falsas argumentaciones de la escuela liberal; pero
estamos forzados a rechazar el testimonio de los testigos directos de
los hechos y a admitir a pie juntillas el de los falsificadores que vinieron
después, si no queremos Caer en pecado de leso liberalismo, que en
nuestro país se paga con los más terribles anatemas. ¡Vaya farsa la que
montaron estos liberales!
Constituida,
según dijimos, la Junta Grande el 18 de diciembre, Moreno se vio precisado a
presentar la renuncia, ésta le fue aceptada —según el acta de la sesión— en
virtud de no "ser provechosa al público la continuación de un
magistrado desacreditado". Pero la propia Junta, en
homenaje a los sentimientos de unidad y conciliación que la animaban le
encomendó una misión en Europa, dotándole de 20 pesos fuertes para los gastos.
Moreno y los dos secretarios que le fueron asignados, don Tomás Guido y don
Manuel Moreno, se embarcaron en la goleta inglesa "Misletal", el 24
de enero de 1811, transbordando al día siguiente, en la Ensenada, al buque
"La Fama". A bordo de éste murió Mariano Moreno, en alta mar, el 4 de
marzo de 1811, siendo su cadáver arrojado a las aguas envuelto en la bandera
inglesa.
La Junta
Grande mientras tanto, emitió el decreto del 10 de febrero, que constituye un
nuevo paso en el camino de dar sentido I orgánico a la revolución, pues "la
Junta siempre ha estado persuadida que el mejor fruto de esta revolución debía
consistir en Hacer" gustar a los pueblos las ventajas de un "gobierno
popular". Con tales miras, ordenaba la formación de Juntas
Provinciales, en cada una de « las cuales "residirá in solidum toda
la autoridad del gobierno de la provincia", estando destinadas a "velar
incesantemente en la tradición de tranquilidad, seguridad y unión de los pueblos encargados a su cuidado, y
en mantener y fomentar el entusiasmo a favor de la causa común" 23.
Así las
cosas, la noche del 5 al 6 de abril de 1811 se produjo.— una-insurrección
popular, capitaneada por el alcalde de barrio Grigera y el doctor Joaquín Campana, destinada —según lo proclamó— a defender "la
gran causa y sistema de gobierno que se sigue y debe abrazarse en lo
sucesivo". La rebelión reforzaba la autoridad del presidente
Saavedra y confirmaba la línea popular que éste representaba. Contó el
movimiento con la decidida adhesión del deán Funes y la cooperación de tres
regimientos cívicos, encabezados por los generales Juan Ramón González Balcarce
y Martín Rodríguez. En el manifiesto publicado en la "Gaceta", se decía
que los antecesores en el seno de la Junta (Moreno y su partido) habían querido
imponer una "furiosa democracia desorganizada, sin consecuencia, sin
forma, sin sistema ni moralidad, cuyo espíritu era amenazar nuestra seguridad
en el seno mismo de la patria v escalar esa libertad que buscamos a costa de
tantos sacrificios" 24
El
"motín", como le llaman los historiadores liberales, influyó en
el ánimo de los miembros de la Junta, que realizaron algunos cambios v apresuraron los trabajos
para la elección de diputados de los Cabildos a objeto de "dar
principio al Congreso Nacional a fines de noviembre del presente año"25.
Al conocerse
la noticia del desastre de Guaqui (20 de junio) el grupo liberal consideró que
era llegada la hora de la revancha. Eran sus directores el coronel
doctor Antonio Feliciano Chiclana, don Manuel de Sarratea, el doctor Juan José
Paso, el doctor José Julián Pérez y el señor Bernardino Rivadavia. Basta
enunciar estos nombres para que se adivine cuál será el enjuiciamiento que
harán de los hechos los historiadores liberales. Lo ya sabido: frente al
partido bárbaro de Saavedra aparece el partido del orden y
civilización, continuador de la línea liberal del
"morenismo". Se dirá, inclusive", que estos hombres eran
portadores de la democracia.
Pues bien,
la "furiosa democracia" de estos señores consistió en alentar
tumultos públicos por la derrota que habían sufrido las armas de la patria
y luego, el 23 de setiembre, por medio de una "pueblada", lograron
imponer un cambio radical de gobierno y la concentración de la autoridad
en manos de los tres primeramente nombrados (Chiclana, Sarratea y Paso),
secundados por tres secretarios que lo fueron los dos últimos. (Pérez y
Rivadavia) y el doctor Vicente López y Planes.^ Así surgió el primer
Triunvirato haciendo mérito —según el Acuerdo adoptado— de "la
celeridad y energía con que deben girar los negocios de la patria, y las trabas
que ofrecen al efecto la multitud de los vocales por la variedad de opiniones
que frecuentemente se experimentan" 26. No obstante
esta clara alusión al disgusto que ocasionaba la voz de las provincias,
se convino que la llamada Junta Grande permaneciera como Corporación o Junta
Con servadora, formada por "los diputados de los pueblos y
provincias", aunque sin concretarse sus atribuciones y finalidad.
La Junta
Conservadora fue subalternizada desde el primer momento, determinando la
protesta de uno de sus miembros, el presbítero Gorriti, que presentó une*
Memoria en la que defendía el derecho igual de todos los pueblos. "Hemos
proclamado la igualdad de derechos de todos los pueblos —escribía—
y está en oposición con nuestros principios un orden que exalta a unos y
deprime a los más. Es injusto porque se falta en el punto más esencial a los
pactos con que todas las ciudades se unieron a este Gobierno. La sola idea de
esta desigualdad las habría alarmado si hubieran estado capaces de concebir que
la libertad que se les ofrecía iba a tener tal terminación ..." 27.
Trató la Junta de preservar sus fueros poniendo un dique a los desbordes del
autoritarismo ejecutivo. Pero el señor Rivadavia, como buen demócrata-liberal,
no admitía cortapisas ni frenos a su despotismo, y arrasó con la Corporación,
dándole un plazo de horas a sus miembros para abandonar el territorio de Buenos
Aires. Puede decirse que con estos actos se inauguró en el país la
democracia de los liberales, no siempre tan benévola como en este caso,
pues habitualmente sus operaciones de limpieza comienzan por las cabezas
de sus adversarios.
Con estos
hechos queda liquidada la fracción "morenista", a la que reemplaza la
"rivadaviana"; el cordón umbilical que une ambos movimientos no es
otro que el terrorismo, método propio del sistema liberal, que unos y
otros practicaron. La pretendida oposición entre Moreno y Rivadavia no pasa de
ser un cálculo basado en tontas presunciones; ambos sirvieron a los intereses
de Buenos Aires, al centralismo portuario, a la oligarquía mercantil, a los
ávidos comerciantes ingleses y al más furioso autoritarismo. La muerte de
Mariano Moreno, jefe consagrado de la fracción dictatorial, promovió el
advenimiento de Bernardino Rivadavia; pero estos son matices, nombres apenas,
de esa sustancia anti histórica y antinacional que se llama liberalismo.
Con el
Triunvirato y lo acaecido a la Junta Conservadora se cierra lo que podríamos
considerar etapa inicial de nuestra vida, principiada en Mayo de 1810.
Los elementos que han de jugar a lo largo de toda nuestra historia, aparecen
claramente identificados. Ya puede intentarse, por lo tanto, una valoración de
los sentimientos que surgieron y chocaron en aquel magno episodio. En él está
la partida de nacimiento de nuestra vida independiente; cualquier adulteración
que pretenda introducírsele, constituye un delito que, al deformar los
orígenes, perturba o desvía la interpretación cabal del destino histórico
que como pueblo y Nación nos pertenece.
La historia
"oficial" comete este delito al presentar los sucesos de Mayo de 1810
como una explosión del espíritu liberal americano contra el absolutismo
peninsular. La exposición que dejamos hecha, demuestra la estulticia de este
enfoque; pues resulta evidente la fidelidad que el pueblo y los
principales actores guardaron hacia los símbolos y las esencias que lo católico
y lo hispánico habían incorporado a nuestra vida. Puede afirmarse que ni
siquiera los elementos liberales produjeron un documento o un hecho público
que indicara su posición insurreccional frente a aquellas sustancias
fundadoras; su conspiración se fue haciendo en la sombra de las logias y a base
de proclamas que disimulaban la íntima perversidad de sus doctrinas. Esto mismo
no fue sino artimaña y malicia de pequeños grupos que se llamaban a sí mismos
"ilustrados"; el pueblo no se desvió jamás del rumbo
tradicional y conservó intactas las herencias recibidas.
El partido
"morenista" y el "rivadaviano", con toda la secuela de sus
principios unitarios, porteñistas y de despotismo ilustrado, intentaron torcer
la recta marcha de los acontecimientos. Confundieron, inclusive, su
significado y les dieron un aire sectario a las celebraciones consiguientes.
Contra estas tendencias defraudadoras insurgió Rosas y las huestes populares
que lo respaldaban. El 25 de Mayo de 1810 recuperó su prístino sentido: de
eslabón en la gloriosa cadena de una historia que no se inicia entonces ni
puede repudiar el acervo de grandeza que recibió, por vía de la conquista
española, en las tres flechas de una religión, una cultura y una lengua inmortales.
La misma
historia liberal que .acusó a Saavedra de "colonialismo", no podía
dejar de hacerlo con el Restaurador de la las leyes. Para los liberales que con
espíritu avieso quieren destruir la línea de nuestra continuidad histórica,
todo lo que permanece fiel es colonialismo. Sería interesante establecer
en qué proporción la lealtad a los principios tradicionales puede calificarse
de "colonial" y en qué medida resulta que no lo es el servilismo a un
sistema de ideas e intereses bastardos que tiene a Inglaterra por promotora y
destinataria.
La
conmemoración del 25 de Mayo realizada por Rosas, en 1836, dio lugar a una
ceremonia de muy tocantes proporciones. Se efectuó en el Fuerte, en presencia
del cuerpo diplomático, autoridades v sociedad porteña. En su discurso, dijo
el general Rosas: "¡Qué grande, señores, y qué plausible debe ser
para todo argentino este día, consagrado por la Nación para festejar el primer
acto de soberanía popular que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año
mil ochocientos diez! ¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber
sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo!
No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino
para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, habían caducado de hecho y
de derecho. No para rebelarnos contra nuestro Soberano, sino para preservarle
la posesión-de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de
perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino
para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición
de auxiliarlos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la
anarquía, sino para preservarnos de ella v no ser arrastrados al abismo de
males, en que se hallaba sumida la España". Luego de señalar que estos
fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo Abierto, recordó
la falta de comprensión que hubo por parte de la España liberal de los
Borbones, restablecida en el más duro absolutismo, por cuyos personeros fuimos
"hostigados y perseguidos de muerte", hasta que —agregó—
"cansados de sufrir males sobre males, sin esperanzas de ver el fin, y
profundamente conmovidos del triste espectáculo que presentaba esta tierra de
bendición, anegados en nuestra sangre inocente con ferocidad indecible por
quienes debían economizarla más que la suya propia, nos pusimos en las manos de
la Divina Providencia, v confiando en su infinita bondad y justicia, tomamos el
único camino que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e
independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación
extranjera". Terminó "renovando aquellos nobles sentimientos de
orden, lealtad y fidelidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor
heroico en sostén y defensa.de la Causa Nacional de la Federación, que ha proclamado
la República" 28.
Esta versión
de los acontecimientos de 1810 y del difícil período que les sucedió hasta la
declaración de la independencia en 1816, es a todas luces la correcta y ajustada
a los hechos históricos; pero desvirtúa el mito liberal de un espíritu
insurgente, forjado por las luces de la ilustración y el progresismo, que se
rebeló contra una España caduca, oscurantista y despótica, de acuerdo a un
plan previamente trazado en las cámaras herméticas del liberalismo.
El 25 de Mayo de 1810 confirma la filiación histórica ya adquirida por
nuestro pueblo. Es un acto de fidelidad entrañable a los grandes valores
que nutren nuestra tradición, animan nuestra historia y le dan grandeza e
imperio a nuestro espíritu. La Nación Argentina nació para el cumplimiento de
un alto mandato histórico; todo cuanto hicieron y hacen los liberales por
impedirlo, se frustró —¡Dios sea loado!— porque el pueblo permanece fiel a la
verdad natural de sus orígenes y son de orden sobrenatural sus más sublimes
inspiraciones.
* Capitulo
extraído de "Proceso al Liberalismo Argentino" de Atilio García
Mellid.
Citas
- Manuel Moreno: Vida y memorias..., ya cit.
- Vicente Fidel López: Historia de la República Argentina, ni, pag. 44.
- Mariano Moreno: Doctrina democrática. Noticia preliminar por don 'do Rojas. Libr. La Facultad; Bibl. Argentina, i. Buenos Aires, .1915.
- Juan Jacobo Rousseau:. Contrato social. Edic. y prólogo de Mariano Moreno. Buenos Aires, 1810. _
- Mariano Moreno: A propósito de dos cartas. Art. en la Gaceta de Buenos Aires, ed. del 18 de octubre de 1810.
- Carta de la princesa Carlota a su secretario particular doctor José Presas. Santa Cruz, Brasil, 30 de octubre de 1810.
- Acta de instalación de la Junta, del 25 de mayo de 1810, y Circular emitida el 27 del mismo.
- Carta del secretario de Belgrano, don Tomás Manuel de Anchorena, a don Juan Manuel de Rosas. (Cfr. Adolfo Saldías: La evolución republicana ante 'a Revolución Argentina. A. Moen y Hnos. Buenos Aires, 1906.)
- Carta del deán Gregorio Funes a su hermano don Ambrosio. Buei Aires, 8 de abril de 1811.
- Juan Bautista Alberdi: Causas de la anarquía en la República Argentina.
- Mariano Moreno. Artículo en la Gaceta de Buenos Aires, setiembre I de 1810. (En Escritos políticos y económicos, del autor.)
- Primera Junta Gubernativa: Acta de la sesión del 18 de diciembre de 1810.
- Moreno: Vida y memorias..., ya cit.
- V. F. López: Hist. de la Rep. Argentina, ya cit.
- Carta -del deán Funes a su hermano Ambrosio. 16 de diciembre de 1810.
- Mitre: Hist. de Belgrano, ya cit. Ed. original, t. i. pág. 381.
- Moreno: Sobre los miras 'del Congreso..., ya cit.
- Cornelio Saavedra: Memoria autógrafa de... Buenos Aires, l9 de enero de 1829.
- Alberdi: Grandes y pequeños hombres..., y a cit.
- Mitre: Obr. cit.
- Belgrano: Autobiografía, ya cit.
- Ibidem.
- Junta Grande: Decreto del 10 de febrero de 1811.
- Gaceta Extraordinaria. Buenos Aires, 15 de abril de 1811.
- Junta Provisoria Gubernativa: Circular a los Cabildos de' las Provincias Unidas. 26 de junio de 1811.
- Acuerdo instituyendo un Supremo Poder Ejecutivo y una Junta Conservadora, 23 de setiembre de 1811.
- J. I. de Gorriti: Memorias y papeles. Recop. del canónigo Miguel Angel Vergara. Publ. oficial de la Prov. de Jujuy, 1936.
- La Gaceta Mercantil, N9 3893, pp. 2 v 3. Buenos Aires, 27 de mayo de 1836.